Una oda a mi gran amor: palabras, palabras y más palabras. Puestas con algo de gracia, estilo y pimienta que espero, te convenzan. ¿De qué? Ni idea, de eso ya te encargas de descubrirlo tú. Yo solo he venido aquí a hablar de las que escribo, hablo, grito, me invento y reinvento… ¡Ah! Y también de esta verborrea que te acabo de soltar, porque gracias a ella estás aquí. Así que, qué menos que presentártelas, ¿no?

A las necesarias para lanzarse a la piscina sin mirar abajo esperando no toparse con el fondo, a las que no se separan ni con aguarrás (para que tú tampoco oses hacerlo) y a las migajas en forma de frases que no necesitan presentación, sino alguien que las cuide. ¿Y qué me dices de las que no se leen, se sienten? Esas son de mis favoritas. Aunque para palabras, esa especie en extinción que huyen de la lectura furtiva para seguir siendo una manada contigo, o esas tan tan raras y eficaces que consiguen siempre dejarme sin palabras (y eso no es fácil, te lo digo). También entran aquí las palabras que hablan de otras palabras demasiado bien escogidas y que, como buena creativa, me ayudan a elegir mejor las mías... ¡Bfff! Menuda turra, cómo se nota que he venido a hablar de mi libro, eh. Pero, y tú ¿a qué has venido? ¿A inventarte palabras? Mira que eso se me da de fábula eh… No lo sé. Solo sé que esto es suescunmaite.

Y esta soy yo

Pero si te han quedado dudas